jueves, 4 de noviembre de 2010

Los Dos Ejes Del Estado Moderno:El Destributivo Y El Económico



Hemos dicho que el Estado como estructura disiplina, por lo tanto construye desde leyes hastas modelos sociales aceptados, además de mediar de alguna manera,  pero siempre arbitrária entre los miembros  de una sociedad. En éste trabajo tomaremos las dos formas básicas de cómo los Estados logran los objetivos antes citados, además demostraremos la diferencia entre gobernar y construir política de estado.
  Muchos se jactan de cómo supimos construir, los hombres modernos,  valores democráticos y a la vez mantener territorios  extensos y con un grado de riquezas considerables y dan entender que todo eso se pudo lograr por la elite construida en el tiempo de la revoluciones burguesas, che, para los mas distraído, estoy diciendo, el fin monarquías absolutista, pero no tiene nada que ver con esos vicios más o menos autoritarios de los gobernantes de estos países de america del sur. Sino aquellos los cuales tenian frases tan crueles y verdaderas como decir el estado soy yo, pero si no estoy hablando de Menem, sino de Luis XIV.
La Francia en el siglo XV era un mosaico de regiones con distintas tradiciones, privilegios y regímenes legales. La tendencia de la monarquía francesa a centralizar el poder aparece sobre todo tras el fin de la Guerra de los Cien Años. Tras la invasión inglesa y la derrota de la vieja nobleza en la batalla de Agincourt, su prestigio queda seriamente dañado, algo que es aprovechado por los monarcas franceses para incrementar su influencia y poder. Hasta entonces, los reyes de Francia habían sido considerados como un primus inter pares por parte del resto de la nobleza francesa, y su influencia real se limitaba a los territorios patrimoniales de la casa Capeto, esto es, la Île de France. El primer monarca en desarrollar la tendencia centralista fue Luis XI, que se sirvió de múltiples intrigas para exteder su autoridad por todos aquellos territorios que conformaban la Francia del siglo XVI. Sus sucesores continuaron esta política, que pasó con reducir la potestad de los nobles en sus señoríos jurisdiccionales y el desarrollo de una administración centralizada. Sin embargo, esta tendencia chocaba con importantes problemas de comunicaciones: comunmente, las órdenes reales no llegaban en tiempo y forma a todos los rincones de Francia, y por lo tanto el poder en los señores locales se veía favorecido. El nombramiento de gobernadores locales y el control férreo sobre los cargos públicos tendió a reducir la influencia de los nobles locales a favor de la del Rey, aunque generó toda una casta de nobles de toga que compraban cargos  para luego beneficiarse de ellos a costa del Rey.


En cuanto a la economía, como en cualquier régimen absolutista, era mercantil y el monarca intervenía en ella activamente. En lo que a la sociedad se refiere, ésta estaba divida en órdenes o estamentos. De esta situación se dan dos elementos básicos del Estado moderno, el primero es la consolidación del territorio y la construcción de una burocracia estatal.
Luego de la muerte de Mazarino, Luis XIV instaura su gobierno personal y pasa por arriba de todo lo existente y se impone nombrando a los ministros de su preferencia para que realicen las funciones vitales, que acompañados por un pesado sistema burocrático sin pocas innovaciones, hacen lo que será la vida de Francia en aquel entonces.
En cuanto a su plan económico, se tiene una economía basada eminentemente en la agricultura, con predominio del sistema de origen feudal, con aduanas y con altos impuestos que pueden ser pagados en especias o en diezmos según lo cosechado por los campesinos. Cuando hay malas cosechas, el país pasa hambre, pero los muchos impuestos no se reducen pues deben sufragar las continuas guerras del monarca así como el lujoso estilo de vida del éste y de la corte. Para sostener en parte los gastos de la corte se crean las manufacturas reales de la mano de Colbert, destinadas a satisfacer la demanda de productos de alto lujo por parte de la nueva burguesía y las demás casas reales. Sin embargo, los trabajadores siguen ordenados en gremios según el oficio y con escasa conciencia capitalista.
En lo social, Francia contaba con una sociedad altamente estratificada en la época y con privilegios sólo para los nobles y los clérigos, que los distinguían en cuanto a la ley y a los tributos. Los no privilegiados, entre los que se incluían los campesinos y el Tercer Estado, estaban sometidos a todos los gravámenes y se encontraban bajo el imperio de una ley mucho menos benevolente. De ellos se esperaba que obedecieran y respetaran a los otros dos estamentos, a los que en realidad sostenían económicamente. La monarquía constituyó un Estado moderno sobre la base de una dirección fuerte, contando con los medios para sostenerla. Con esto, el rey consiguió la resignación de la sociedad, a cambio de un cierto orden y progreso.
El Estado liberal surgió como resultado de una crítica al Estado monárquico absolutista, de los siglos XVII y XVIII. Es decir, la forma de Estado que existía hasta antes de la Revolución Francesa de 1789. El liberalismo surgió a partir de una crítica contundente al sistema monárquico-feudal, que tuvo su expresión más acabada en la frase del Rey Luis XIV: “El Estado soy Yo”.
Éste liberalismo original tenía no solo una dimensión política, sino también económica y filosófica. Esta claro que el Estado Liberal no hubiera existido como lo conocemos sin la monarquía absoluta como etapa anterior.
Todos estos filósofos y pensadores hicieron una crítica a la sociedad absolutista-monárquica, que culminó en un proceso revolucionario de carácter político-social como fue la Revolución Francesa, y al mismo tiempo coincidió con un fenómeno de carácter científico-tecnológico: la primera Revolución Industrial. Ambos dieron origen a un nuevo tipo de sociedad: la sociedad capitalista; y a un nuevo tipo de Estado: el Estado Liberal-Burgués.
Ésta convergencia también dió orígen a un nuevo tipo de trabajador: el obrero industrial o proletario, así denominado por Karl Marx; y a una super-explotación de ese mismo proletariado naciente. En este contexto se desarrollan hasta 1929 diferentes tipos aristocracias burgesas en Europa y en América que se desentienden de las demandas de la pequeña burguesía y los trabajadores.
 
John Maynard Keynes creador del Keynesianismo.
 La teoría económica basada en las ideas de John Maynard Keynes, tal y como plasmó en su libro Teoría general sobre el empleo el interés y el dinero, publicado en 1936 como respuesta a la Gran Depresión en los años 1930.
 La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. El interés final de Keynes fue poder dotar a unas instituciones nacionales o internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Éste control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó política fiscal. La justificación económica para actuar de esta manera, parte sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la demanda agregada.
Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo a la cual la economía, regulada por sí sola, tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de producción (incluyendo el capital y el trabajo). Keynes postuló que el equilibrio al que teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores  y no conlleva necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los postulados básicos de Smith ( tal como fueron formalizados por Say) dependen de una premisa que no es necesariamente correcta o “general”.  Así Keynes postuló que la posición de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de la oferta y la demanda, sería correspondiente a un caso “especial” o excepcional,  en tanto que la teoría debería referirse al proceso “general” y a los factores que determinan la tasa de empleo en la realidad.  En consecuencia llamó a su proposición “Teoría general”.
En términos no técnicos, el liberalismo económico clásico supone que cuando se produce un bien se han producido también los medios para su compra (en la medida en que para producirlo se ha gastado dinero, ya sea en inversiones de capital, compra de materias primas, sueldos, etc.). En esa situación lo racional es comprar (dado que mantener dinero sin uso no produce beneficios. En todo caso, el posible ahorro de algunos es equilibrado por el endeudamiento de algún otro). Sigue además que para fomentar crecimiento económico hay que fomentar la producción: a más producción, más dinero, más compras, etc. Así, en el largo plazo, no solo todo lo que se produce es lo mismo que todo lo que se compra sino que todos están interesados en que el sistema funcione a máxima capacidad (se logra un equilibrio entre la producción y la demanda agregada que tiende al máximo uso de los recursos, incluyendo el pleno empleo).
Keynes invierte la Ley de Say. Para él no es la producción la que determina la demanda sino la demanda la que determina la producción. (ver Teoría general sobre el empleo el interés y el dinero, caps 1, 2, 3, etc). Esto porque los empresarios -o quienes intentan serlo- invierten sobre la base de una percepción central: la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de ganancia. A mayor diferencia en favor de la última, más posible es que se invierta. Pero esa tasa de ganancia depende de la demanda. Mientras tanto, los consumidores consumen o “ahorran” (defieren consumo) no sólo cuando la tasa de interés sube, sino también en relación a la percepción de la evolución futura tanto de sus ingresos como de los precios de bienes de consumo, etc.  Se establece así una relación compleja. Keynes aduce que el problema comienza cuando contemplamos el circuito económico en su conjunto (lo que introduce la macroeconomía). Sucede que las decisiones acerca del ahorro y las decisiones acerca de inversiones son hechas por diferentes personas y, posiblemente, en momentos diferentes. Sigue con que no hay necesidad de que esas decisiones tengan que coincidir, de hecho históricamente, se puede ver que, a diferencia de lo postulado por Smith, Say y otros, esas variables no convergen a una situación de estabilidad o equilibrio económico -situación que se transforma en el caso especial en el cual las inversiones igualan a los ahorros en una situación de expansión de producción y precios relativamente altos en relación al salario medio, pero con tendencia a la deflación. De hecho, Keynes va tan lejos como sugerir que la situación tiende -dado una serie de factores, entre los cuales el principal es una tasa de interés excesiva- a oscilar alrededor de un punto en el cual los recursos no son utilizados efectiva o plenamente, ya que tal tasa de interés tiende a deprimir la economía en general: un interés excesivo reduce demanda de capital y consecuentemente, de trabajo, lo que reduce el nivel del agregado de salarios que implíca la reducción general del consumo, lo que a su vez significa que la tasa de ganancia disminuye, lo que nuevamente reduce la demanda de inversiones, etc., en un círculo vicioso (ver Paradoja del ahorro)
En otras palabras, Keynes postuló que, en ciertas situaciones, y contrario a lo planteado por la visión clásica, es económicamente racional no gastar dinero. Por ejemplo, si los precios están bajando es racional no comprar hoy porque con el mismo dinero se comprará más la semana que viene. Por el mismo motivo, disminuye la cantidad de gente interesada en utilizar préstamos (los ahorros de otros): si los precios bajan, no solo se comprará más la semana que viene sino que las tasas de interés, sueldos, etc. serán menores. Igualmente, una baja del empleo o de los salarios -amenazando futuros ingresos- puede llevar a otra en la demanda, y por lo tanto a una baja en la producción, llevando a su vez a más desempleo. Joan Robinson clarifica que, en una situación de competencia imperfecta -como lo es en realidad el sistema capitalista- sucede que las empresas pueden aumentar sus ingresos ya sea bajando precios a fin de producir y vender más o produciendo menos pero manteniendo o incluso incrementando los precios. Ésta última “solución” implíca no solo menos demanda por insumos sino también por trabajo -es decir, tiende a ser una situación en la cual los recursos no son plenamente empleados- y explíca perfectamente el gran desempleo observado en ciertas circunstancias -específicamente, durante la gran depresión- al mismo tiempo que la mantencion o incluso incremento de la tasa de ganancia en algunas empresas en esos períodos.  Así, sucede que la economía establece un punto de equilibrio nuevo donde convive perfectamente en una situación lejana de la utilización óptima de los medios de producción. Específicamente, en la década de los ’30 del siglo XX, durante la Gran Depresión, con una alta tasa de desempleo.
Así pues, dado que la relación “ahorro igual a la inversión” no se establece sólo o automáticamente a través de la acción del mercado y esa falla tiende a resultar en crisis, parecería conveniente encontrar alguna manera de armonizar esas variables. Keynes postula que la única fuerza capáz de hacer eso es el Estado. En este sentido las inversiones en las estructuras de caminos o en desarrollo de infraestructuras está en manos del interés público y es un aporte real a la capitalización de la economía nacional, además de desarrollar más capacidad de empleo el otro tema de importancia para la movididad  social son los planes sociales de salud y un nuevo derecho laboral.
En el proximo trabajo desarrollaremos las implicancias en el plano monetario.

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